Me va estupendamente en Sevilla, sí. En serio, eh, estoy contento tanto con la universidad como con la residencia. Me gusta volver a Jerez los findes, sí, pero me va bien, no os preocupéis. Sin embargo, hay en esta ciudad y, sobre todo, en esta etapa de mi vida, una serie de cosas que me sacan completamente de quicio. Que lo mismo estudiando en cualquier otro recóndito lugar del planeta también me ocurriría lo mismo, que no es que le tenga manía a Sevilla, ni mucho menos, eh, que las sevillanas están que se rompen. Pero a lo que íbamos. La idea de esta entrada me ha surgido a raíz del maldito wifi de la residencia. Pero, en realidad, no es solo el wifi, sino un cúmulo de factores que me tocan los cataplines a dos manos. Y es que, me cago en...
Las señoras de los autobuses que hablan a 700214541210 decibelios a las 7:30 de la mañana al ladito tuya. Los autobuses que no llegan a su hora. Los semáforos que están en verde para los coches un minuto y medio y veinte segundos para los peatones. Me cago en mi Google Chrome que no abre la plataforma virtual de la US en mi ordenador y me obliga a usar Internet Explorer. En las clases de Competencia Comunicativa en español, donde nuestra profe se dedica a hablar cual radio sin botón de pause. En mi despertador que suena sin piedad a las 7 de la mañana gritándome al oído como si le fuera la vida en ello. Me cago en tener que pensar qué hacerme de cenar. En lo larguísimas que son las avenidas. En el frío de por las mañanas. En que llueva a muerte justo cuando salgo de la universidad. En que los autobuses lleguen petaos' y tener que ir de pie todo el camino. Me cago en ser el primero en tener que levantarme de los cuatro que vivimos en el mismo apartamento y escuchar como se mueven en sus calentitas camas cuando yo ya estoy subiendo las escaleras para marcharme. Me cago también en la rajita que tiene la segunda tapa del váter y que me tira un pellizco en la cacha izquierda cada vez que cago. En tener el día más importante de clase los viernes y no poder salir de fiesta los jueves. En los 3G del móvil que se van cuando voy en el tren. En tener que ir a renovar el bonobus todas las semanas. En tener que volver los miércoles a Jerez para ir a la escuela de idiomas y luego regresar a Sevilla. No me cago ya en el wifi en sí porque lo han arreglado y parece que se está portando, por el momento. Me cago en la gente que los jueves por la noche, mientras duermo, se oyen salir de la residencia con botellones y cosas guapas para salir de fiesta. Me cago en el compare de la guitarrita eléctrica que se pone a las once de la noche a tocarla con su amplificador y tó'. Me cago en que los profesores han perdido la bonita costumbre de dejar un descansito entre las dos horas de asignatura. Me cago en la morriña catastrófica que me entra después de comer y que me deja durmiendo la siesta, mínimo 2 horas, sin poder despertarme antes. En que no me de tiempo de desayunar algo contundente antes de irme. En mi maleta del chino, cuya cremallera ha durado viva la friolera de 3 semanas. En los subrayadores amarillos fluorescente, que se le ponen la puntita azul cuando subrayas boli y ya nunca vuelven a ser lo que eran. Me cago en los domingos, que ya ni son domingos ni ná', pues me levanto a las dos de la tarde y tengo que coger el tren a las 18:12. Me cago en la ducha del cuarto de baño, donde un obeso no cabría. Al menos, sé que es imposible que me resbale y me caiga, más que nada porque no quepo ni sentado en el suelo. Me cago en las prisas por coger el tren y en la gente que sale corriendo en todas las direcciones en la estación. Y en que alguien ocupe mi sitio y tener que decirle "perdona, ahí voy yo". Y me cago en muchas cosas más que ahora mismo no recuerdo, seguro, y que pondré por aquí cuando se me antoje.
Ea, hasta otra!